Desorientadas estrategias educativas

¿Qué es preferible, tener apenas unos pocos libros y sabérselos de memoria, o por el contrario, tener miles de volúmenes de los que apenas se conocerán algunos elementos generales y muchos de ellos permanecerán sin ser abiertos durante años?, esta es una pregunta que se han venido haciendo las bibliotecas desde hace siglos, sin haberse llegado a una respuesta que convenza a todos los que se la han planteado, y es importante reconocer que mientras sigue la duda.

Los bibliotecarios han continuado con su, a veces desesperada, labor de hacerse con cuando menos un ejemplar de cada libro que se publica, con tal de incorporarlo al acervo de su biblioteca, peligroso hubiera sido que hicieran lo contrario, esperar pacientemente a que alcanzaran una decisión, y entonces sí, ponerse a buscar los libros que faltan, o si la tendencia es a los poquitos libros, esperarse a que alguien con suficiente poder y todavía más que suficiente ignorancia, indique cuáles de entre el acervo de miles o decenas de miles, deben descartarse para no distraer a los potenciales lectores con la idea de que hay más información, más ideas en el mundo, que las que les ofrecen los libros de texto.

A lo mejor es una cuestión de veras de afinidad ideológica, por más que no nos quepa en la cabeza que nadie pueda sentir afinidad con los profesores integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, autores del atraso escolar en varios estados del sureste del país, de incalculables daños a la economía de las regiones donde hacen sus bloqueos, y un monumento a la mediocridad y a la falta de respeto por la autoridad, el caso es que el presidente Andrés Manuel López Obrador todavía antes de su primer informe, zanjó de tajo la cuestión: no se había dejado presionar por la CNTE, él había decidido que se les otorgaran las plazas, y en lo que es un populista retroceso a eras superadas, que todo aquel que egresara de las escuelas normales de maestros, las públicas se entiende, recibirá una plaza de parte del gobierno, con lo que su futuro, que no su rendimiento ni su efectividad, está asegurado.

La otra hipótesis es porque en su campaña política por la presidencia recibió el apoyo de la disidencia magisterial, pero hipotecar el futuro, la viabilidad de la nación por el pago de una factura, se nos antoja demasiado.

Todavía la semana pasada el presidente López Obrador se volvió a poner del lado de los maestros eternamente inconformes de la Coordinadora, ellos a quienes se les han cumplido prácticamente todos sus caprichos y exigencias, seguían bloqueando el Palacio Legislativo, impidiendo de hecho los trabajos de la Cámara de Diputados, pues bien, en vez de pedir, suplicar u ordenar que se respeten los poderes de la Unión, Andrés Manuel respalda el derecho a manifestarse de los profesores, quienes así continuarán, hasta que no vean el sistema educativo todavía más postrado de lo que está.

Entre una y otra fecha circuló el enésimo reporte del rendimiento de los distintos sistemas educativos en el mundo, en esta ocasión elaborado por el Foro Económico Mundial, en el cual se ubicó a México en un vergonzoso, salvo su mejor opinión o que tenga sus propios otros datos, sitio 117 de entre 137 naciones evaluadas.

La información corresponde al Índice de calidad en Matemáticas y Ciencia, donde apenas pudimos ponernos por encima de Nigeria y Venezuela, países con marcados problemas sociales y sanitarios, y nosotros que presumimos de ser la décima economía del planeta, tenemos uno de los peores sistemas educativos… y vamos para peor.

A lo mejor la intención del presidente López Obrador es buena en el fondo, que todos los niños y jóvenes puedan obtener un espacio en las aulas, suena justo, suena democrático, por más que esta no sea la realidad en ningún país del mundo. Pero si es buena la intención, no debe parar en que puedan inscribirse, en que haya un salón de clase más o menos habilitado y que cada uno tenga un mesabanco en el cual poder pasar las largas y bastante aburridas sesiones de clase, ¿pero qué clase de profesores estarán a cargo de esos grupos y esos planteles?, pues los de la CNTE, los del SNTE, organizaciones laborales que tendrán mano en el otorgamiento de plazas, ¿y a quien cree que se las darán?, no a los más capaces, a los más preparados, sino a los más grillos de entre ellos mismos, amén de a sus familiares, cuates, y cercanos, logrando el objetivo primario de esos sindicatos, la consolidación de su poder, y su acrecentamiento.

Por otro lado, nos acaba de caer en las manos un estudio sobre un tema del que hemos venido comentando desde principios del año, el de la reducción y cancelación de las bases de datos a las instituciones de educación superior.

En enero lo advertíamos como un riesgo severo de afectación a la capacidad de los alumnos, profesores e investigadores de acceder a la información más actualizada, más acreditada y responsable en cada una de las áreas del conocimiento, lo que decíamos al principio de la disyuntiva de los muchos libros o los pocos libros que leer y estudiar.

Lamentablemente en este septiembre hemos podido comprobar que en efecto, el gobierno federal ha dispuesto el recorte, serio recorte, de los materiales de información que se pueden usar para apoyar la educación, la investigación científica, el desarrollo tecnológico, la solución de los problemas sociales, y la innovación.

El estudio de referencia lo elaboró el Consejo Regional Noreste de la ANUIES, y en el se detalla como instituciones educativas que contaban todavía a fines del 2018 con 40 bases de datos, el caso de la Universidad de San Luis Potosí, se los dejaron en 30. La de Nuevo León, la de Tamaulipas, la de Coahuila, todas en general, sufrieron una pérdida de sus privilegios para acceder a información de primera clase, del orden del 30%, aunque hubo otras a las que les fue peor, la de Guanajuato, que fue la que llamó la atención sobre el asunto en primera instancia, la dejaron en una tercera parte de lo que antes tenía, ah y eso es para las universidades públicas estatales.

Con tradición de investigación científica, a otras les fue todavía peor, el caso de los institutos tecnológicos regionales, de ocho bases que tenían, les dejaron una, o de plano ninguna, a las politécnicas y a las tecnológicas, también las dejaron en punto muerto, un retroceso de una década o más, de un plumazo, todo por razones supuestamente de austeridad y de reorganización del sistema educativo.

¿De veras lo que se busca es una educación masiva, en la que todos se sepan de memoria la cartilla moral y dos o tres libros de su área específica? Si los estándares de ciencia y matemáticas nos tienen en el lugar 117, espérese un par de años, y corremos el riesgo de tocar fondo en calidad de naufragio.

Horacio Cárdenas Zardoni

COYUNTURA ECONÓMICA

EL DIARIO DE COAHUILA

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