Que nada cambie para seguir igual

HÉCTOR SERRANO AZAMAR.

Ayer se celebraron elecciones para elegir al titular del poder ejecutivo de Coahuila y del Estado de México.

Ayer se celebraron elecciones para elegir al titular del poder ejecutivo de Coahuila y del Estado de México, como era de esperarse, el resultado es el mismo de siempre; denuncias cruzadas por prácticas ilegales, desconocimiento de los resultados y conflictos post electorales llevados ante los tribunales. Tal parece que los mexicanos estamos condenados a repetir la historia en cada elección.

Es difícil pensar que un gobierno eficiente será el resultado de un proceso tan cuestionado, además de que la polarización y las heridas abiertas de la elección serán la constante que marque el rumbo de los nuevos gobiernos. Así ha sido durante mucho tiempo y esta constante, en lugar de mejorar, ha empeorado en los últimos años, cada vez son más largos, más costosos y más funestos los conflictos post electorales.

Algunos en su miopía o conveniencia, siguen insistiendo en que el problema es la ley electoral y promueven su modificación como la panacea que resolverá todos nuestros conflictos democráticos, incluso, señalan a las autoridades electorales como las responsables de todo lo que está pasando. Falso, nuestra legislación electoral, aunque podría ser mejor, no es la raíz de los conflictos.

De hecho, desde 1990, fecha de la creación del Instituto Federal Electoral, cada reforma a la ley ha tenido como propósitos fundamentales, restringir la comisión de delitos electorales y dar mayor certeza a los resultados. Entonces, si contamos con una buena legislación y autoridades medianamente competentes que han hecho bien su trabajo, ¿cuál es es problema de fondo de nuestro sistema democrático?

La posible respuesta parece ser sencilla pero encierra una gran complejidad; la culpa es de nuestra cultura política, la cual se ha arraigado en la sociedad mexicana con la ayuda del gobierno, de los partidos políticos y de los candidatos, pero no por ello es su responsabilidad exclusiva. Los ciudadanos tenemos la obligación de cambiar la ecuación con la fuerza de nuestro voto, pero no siempre lo ejercemos de la mejor manera.

La gran mayoría de los electores no hemos aprendido a elegir bien a nuestros representantes, no somos contundentes a la hora de premiar a quien sigue las reglas democráticas y de castigar con nuestro voto a los que infringen la ley. Para saber si una conducta es ilegal, no necesitamos un conocimiento específico o ser expertos en materia electoral, solo tenemos que apelar a nuestro sentido común para obtener la respuesta.

Aunque nuestro comportamiento debería de ser obvio en cada elección, casi siempre resulta lo contrario, somos condescendientes con quienes reparten dádivas, con quienes ocupan el aparato de gobierno para ganar, con quienes violan la ley y lo presumen. Esa es la cultura política nacional, un sistema de usos, de creencias y de prácticas utilizadas por los políticos, pero avalados por los ciudadanos mediante su voto.

Dependiendo de quiénes ganaron en el Estado de México y Coahuila, podemos valorar si los electores están dispuestos a ejercer un voto de castigo en contra de los que violan la ley o si por el contrario están dispuestos a premiarlos.

Lo de ayer es un buen parámetro para analizar lo que nos espera a nivel nacional en 2024, será un excelente momento para ejercer nuestro voto con responsabilidad e impedir para siempre que las cosas cambien para seguir igual.

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