El México post 2024 y un sistema de salud roto  

Gerardo Gutiérrez Candiani.

El economista Luis Rubio da en el clavo sobre lo que le depara a México desde el arranque del próximo sexenio. De hecho, en ya menos de un año, a partir del 3 de junio: gane quien gane, del partido que sea, el país se encontrará en una situación delicada, con “la imperiosa necesidad de sumar voluntades entre grupos, partidos y ciudadanos que hoy se encuentran en distintos lados de las barreras –las reales y las artificialmente impulsadas por el gobierno actual– que hoy dividen a la población”. Un claro ejemplo: ante un sistema de salud roto.

No es que antes de la actual administración pública federal fuera la panacea. Desde entonces eran evidentes las carencias, las distorsiones, la falta de cobertura y financiamiento. Muchos veníamos proponiendo la vía de generar un gran pacto nacional para renovar al sistema de salud, con una reforma hacendaria de fondo para hacer eso viable y con una fórmula sostenible.

Desde mucho antes de que iniciara este gobierno se ha hablado de ese acuerdo nacional tendiente a la universalidad efectiva de atención y seguro para enfermedades, en mancuerna con soluciones efectivas al problema subyacente de que 55% de la población económicamente activa está en la informalidad, sin cobertura y sin contribuir directamente con el costo del sistema de salud público. Eso no ha cambiado. Si acaso, ha empeorado.

No se intentó nada parecido en este sexenio. Al contrario, lo que hemos visto es el desmantelamiento y el caos en muchas funciones y áreas. En lugar de buscar un frente común en la materia, se ha sembrado la división.

El desaparecido Seguro Popular ayudaba a subsanar esa distorsión de base en la cobertura y el financiamiento, en favor de las familias más vulnerables, si bien no era una solución definitiva y había fallas o áreas de mejora, como en todo. Ahora ni siquiera hay eso. Tras la pandemia y su pésimo manejo, una serie de decisiones apresuradas y mal ejecutadas, como en la compra de medicinas, y una gran desatención, en lugar de avanzar hemos asistido a un preocupante retroceso.

Un estudio reciente del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) da cuenta del problema en el que estamos: la población sin seguridad social en México casi se duplicó entre 2020 y este año, pasando del 15 al 28 por ciento. En contraste, el presupuesto para atenderla bajó 7 por ciento.

El presupuesto para la población sin seguridad social se ha ubicado históricamente en México abajo del 1% del PIB, pero ha ido disminuyendo. Ahora será centralizado por IMSS-Bienestar, tras la desaparición del fallido Insabi, apenas llega al 0.81% del PIB, cuando según especialistas tendría que situarse en torno a 3 por ciento. En contraste, el gasto de bolsillo, lo que las familias gastan en medicinas y atención médica, creció 40% en el periodo referido.

Pese a la disminución presupuestaria, en su proyecto de atención vía IMSS Bienestar, el Gobierno afirma que cubrirá a unos 70 millones de mexicanos sin seguridad social con todos los servicios de salud. Pero los números simplemente no dan. De entrada, los analistas del CIEP señalan que el catálogo de intervenciones de este esquema representa sólo 0.63% del paquete ordinario del IMSS Ordinario. Se requeriría al menos un punto adicional del PIB para cubrir a la población objetivo con el mismo catálogo de más de 8 mil diferentes servicios que ofrece el IMSS a los trabajadores formales y sus familias.

Entre tanto, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022, que acaba de publicar el Instituto Nacional de Salud Pública, perfila la corriente que hay que remontar. Como resaltó Xavier Tello, reconocido analista en políticas de salud, la muestra más rotunda del fracaso de las actuales políticas puede hallarse en que cuatro de cada 10 pacientes de IMSS y la mitad de los del ISSSTE prefieren recurrir a la medicina privada. Como señala, pese al discurso oficial, la salud se está privatizando y los mexicanos pagan cada vez más de su bolsillo.

Nuevamente, los más afectados son los más pobres y, aún más trágico, las nuevas generaciones. Datos contundentes: al inicio de la administración pública federal la esperanza de vida promedio eran 75 años; hoy son 70. Además, se estima que el país está en el peor nivel de vacunación infantil en casi dos décadas. Ocho de cada 10 niños podrían estar desprotegidos.

No puedo estar más de acuerdo con lo que dice Tello: el haber convertido la prevención y la atención de la salud en arengas políticas e ideológicas solo ha logrado hacer más vulnerable a la población.

¿Cómo salir adelante? Como han señalado especialistas, no se trata de revivir al Seguro Popular, sino de, ahora sí, ir por un sistema de salud universal, sólido y sostenible, con una reforma hacendaria a la altura, que promueva la formalidad económica y el crecimiento, probablemente con ingresos fiscales etiquetados para esa nueva fórmula. Eso es viable, a diferencia de la promesa de estar como en Dinamarca en esta área a fuerza de proclamas.

Necesitamos realismo para reconocer dónde estamos y pragmatismo para construir sobre ello con una visión de largo plazo, para las próximas décadas. Como ha señalado el ex Secretario de Salud, Salomón Chertorivski, el México post 2024 tiene que comenzar con la recuperación del sistema de salud.

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