Apagones y paraestatales

Yuriria Sierra.

La reciente serie de apagones que ha afectado a siete estados en México no sólo ha dejado a millones sin electricidad, sino que también ha puesto de manifiesto la profunda crisis que atraviesan dos de las más importantes empresas paraestatales del país: la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex). Estas interrupciones en el suministro eléctrico y los problemas continuos en Pemex no sólo reflejan desafíos operativos y financieros, sino que también ocurren en un momento políticamente delicado, justo en medio del proceso electoral, exacerbando la percepción de ineficacia y mala gestión.

La CFE, que históricamente ha sido el pilar de la electricidad en México, enfrenta una crisis multifacética. Por un lado, la infraestructura obsoleta y el mantenimiento insuficiente han sido una receta para el desastre operativo que finalmente se materializó en los apagones recientes. Por otro lado, la estrategia financiera y de inversión de la empresa ha sido cuestionada constantemente. Las inversiones necesarias para modernizar la red y para integrar fuentes de energía renovables han sido insuficientes o mal administradas, dejando a la CFE en una posición vulnerable en momentos de alta demanda o fallos técnicos.

Pemex no está en mejor situación. La empresa ha sufrido una larga serie de problemas financieros, de eficiencia y de sostenibilidad ambiental. La caída de los precios del petróleo en el mercado mundial, sumada a décadas de corrupción y malas decisiones de inversión, ha debilitado su posición. Aunque se han hecho esfuerzos para rescatarla mediante subsidios gubernamentales y políticas proteccionistas, estos parches no han sido suficientes para abordar los problemas estructurales de la empresa.

La mala fortuna de que estas carencias se manifiesten en pleno proceso electoral coloca a los partidos políticos y candidatos en una posición complicada. Los opositores al gobierno actual utilizarán estos fallos como prueba de incompetencia y mala gestión, mientras que el partido en el poder se verá obligado a defender su gestión de las paraestatales, a menudo recurriendo a nacionalismos o a la promesa de futuras mejoras (sobre todo porque la tradición en Morena es que nadie cuestiona o matiza siquiera las decisiones de AMLO, aun cuando sepan que muchas de ellas han sido sólo ideológicas, pero no efectivas y eficaces).

El debate sobre la gestión de la CFE y de Pemex se ha convertido en un tema electoral crítico, donde los votantes están evaluando no sólo las propuestas de los candidatos, sino también su capacidad para manejar y reformar estas gigantes paraestatales. El futuro de la CFE y de Pemex, así como su capacidad para proveer servicios básicos de manera eficiente y sostenible, está íntimamente ligado a los muchos debates que hay al respecto en el mundo entero.

La solución a los problemas de la CFE y de Pemex requiere más que simples ajustes financieros o promesas electorales; necesita una revisión profunda de cómo estas empresas operan y son gestionadas. La incorporación de tecnologías más limpias y eficientes, la mejora de la transparencia y la gobernanza, y una planificación a largo plazo que tome en cuenta tanto la sostenibilidad ambiental como la eficiencia económica, son esenciales.

El desafío para los líderes mexicanos, tanto actuales como futuros, es considerable. No sólo deben asegurar la estabilidad inmediata de la CFE y de Petróleos Mexicanos, sino también dirigir estas instituciones hacia un camino que pueda sostener el crecimiento y el bienestar de México en el largo plazo.

Los apagones de ayer y los problemas continuos en Pemex no son sólo una crisis de servicios; son un símbolo de los desafíos más amplios que enfrentará México en el futuro inmediato y cómo eso impactará la estabilidad y prosperidad del país en el mediano y largo plazos. La forma en que el país aborde estos desafíos será decisiva no sólo para la salud de sus empresas paraestatales, sino también para la confianza en su sistema político y económico.

Excelsior

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