Conaedu: hacia la irrelevancia

Continuarán las evaluaciones —tachadas por neoliberales— nacionales del aprendizaje de alumnos, nacionales e internacionales, y procesará los resultados de los procesos —que no exámenes— de ingreso, promoción y reconocimiento de los maestros. Remata: “Estos esfuerzos han sido insuficientes para lograr que los diferentes actores educativos usen los resultados de las evaluaciones para la mejora educativa”. O sea, seguimos en las mismas, pero seremos suficientes.

El vienes 19, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación publicó en el Diario Oficial de la Federación su Programa Institucional 2020-2024. Un documento que navega entre buenas intenciones y la retórica de la Cuarta Transformación. Uno de los indicios de dicho programa establece: “Un gobierno nacional que busca reducir las desigualdades sociales y que tiene como premisa fundamental lograr el bienestar general de la población a partir de un nuevo modelo de desarrollo requiere encontrar los mecanismos para el logro de la equidad y la excelencia educativa”.

Bienestar es la palabra clave y, junto con la idea de excelencia educativa, articula la concepción del programa; plantea poner en práctica uno de los postulados del Plan Nacional de Desarrollo: construir un país con bienestar a partir de la construcción de la modernidad desde abajo y garantizar el derecho a la educación a partir del acceso a todos los grupos sociales a la educación y mejorar las condiciones materiales de las escuelas del país.

Para ello, la Conaedu propone seis propósitos. En los cinco primeros los verbos mejorar y fortalecer predominan: Mejorar la coordinación entre las autoridades educativas estatales y federales; mejorar “la oferta de información relevante y las orientaciones técnico-pedagógicas que contribuyan a mejorar el aprendizaje de los estudiantes… para fortalecer la excelencia, la inclusión y la equidad educativa; fortalecer la oferta de información y orientaciones técnico-pedagógicas que favorezcan la mejora continua de las escuelas y las constituyan como espacios formativos inclusivos, interculturales y de excelencia; fortalecer el marco regulatorio y los programas para mejorar la formación continua y el desarrollo profesional de docentes; fortalecer la oferta de información y el marco regulatorio para la toma de decisiones para avanzar en el cumplimiento del derecho a la educación.

Esas mismas tareas constituyen la función principal de la Secretaría de Educación Pública y de autoridades de los estados; se suponía que la Conaedu, al sustituir al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, también se encargaría de algunas de sus labores. Pero no; se empalma con atribuciones de órganos ejecutivos.

El objetivo 6, que parecería más cercano a las faenas de un órgano pensante, de guía conceptual, se reduce. Establece: “Garantizar la generación de información sobre el SEN (Sistema Educativo Nacional), así como de productos institucionales que apoyen la mejora continua…”. Garantizar es un verbo de peso y, cuando el programa llega al cómo le hará, cae en discordancia.

Primero, reconoce la labor que el odiado INEE realizó. Editó 46 libros con indicadores; 16 publicaciones, impresas y digitales, sobre el panorama educativo de México; otras más sobre el panorama de la población indígena y afrodescendiente; cinco textos sobre el entorno nacional y diseñó 12 fascículos estatales. Enumera otras más.

Luego llega a la sustancia, que, se supone, iba a cambiar. Continuarán las evaluaciones —tachadas por neoliberales— nacionales del aprendizaje de alumnos, nacionales e internacionales, y procesará los resultados de los procesos —que no exámenes— de ingreso, promoción y reconocimiento de los maestros. Remata: “Estos esfuerzos han sido insuficientes para lograr que los diferentes actores educativos usen los resultados de las evaluaciones para la mejora educativa”. O sea, seguimos en las mismas, pero seremos suficientes.

Sin embargo, la Conaedu tiene un punto flaco, depende de la buena voluntad de autoridades y sus capacidades financieras. El punto sobre el origen de los recursos para instrumentar el programa anota que las acciones “se realizarán con cargo al presupuesto autorizado de los ejecutores de gasto participantes en el Programa”.

La austeridad republicana reduce gasto e inversión, merma que se agravará con la contracción económica. La Conaedu, sin recursos propios, camina hacia la irrelevancia.

CARLOS ORNELAS

EXCELSIOR

También te puede interesar