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El diputado Miguel Jáuregui propuso cambiar el método de designación del rector de la máxima casa de estudios.

Este fin de semana observé en diversas zonas de la Ciudad de México los rostros de nerviosismo, ilusión y esperanza de cientos de jóvenes que acudieron a distintos planteles privados para realizar el examen de admisión 2020, en búsqueda del ansiado lugar que les permita estudiar una carrera profesional dentro de la mejor universidad pública de Latinoamérica.

La UNAM ofrece 128 opciones para estudiar a nivel licenciatura, tiene inscritos a más de 356 mil estudiantes que van del bachillerato hasta el doctorado. Junto con el Instituto Politécnico Nacional, son las más notables instituciones públicas que tenemos en nuestro sistema educativo, competitivas a nivel internacional. La máxima casa de estudios es semillero de extraordinarios mexicanos que han enriquecido la vida de la nación, entre ellos tres premios Nobel. El sistema de gobierno de la Universidad está basado en la autonomía, como elemento crucial de la visión vanguardista que José Vasconcelos planteó a inicios del siglo XX para evitar que las decisiones del exacerbado presidencialismo posrevolucionario contaminaran su esencia. La autonomía implica, desde el punto de vista jurídico, la posibilidad de que una comunidad se dé sus propias normas dentro de un sistema dominado por el Estado, esta capacidad le permite formular su propia legislación y designar a sus autoridades.

Es así que la autonomía representa una condición indispensable para la grandeza de nuestra Universidad. ¿Quién y quienes podrían tener la absurda y miserable intención de proponer el manoseo perverso en la UNAM? El 18 de febrero conocimos al gestor de semejante estupidez. Miguel Ángel Jáuregui Montes de Oca, diputado federal de Morena del Distrito 03 de Azcapotzalco, anteriormente perredista, cuando era más lucrativo, fue el “audaz” que presentó la iniciativa que indignó a la comunidad universitaria y logró un abrumador consenso en su contra para conseguir 48 horas de brevísima y mal lograda fama.

El diputado, y quienes lo mandaron, pretendían reformar la Ley Orgánica de la UNAM para proponer, entre otras barbaridades, cambiar el método de designación del rector y alterar las atribuciones de la Junta de Gobierno. Con hipocresía trató de establecer que su intención era democratizar el sistema de gobierno de la Universidad. De inmediato provocó la reacción de Enrique Graue y fortaleció el apoyo al rector ante la andanada de ataques dirigidos en las últimas semanas. La efímera iniciativa duró viva 48 horas y confirmó a la opinión pública la identidad formal del grupo político que se entromete para pretender desestabilizar a la máxima casa de estudios.

EDICTOS

¡Dejen en paz a la UNAM! La verdadera comunidad universitaria y sus exalumnos estamos listos para defender a la institución que nos dio la mejor oportunidad de nuestras vidas. Diputado Jáuregui: su iniciativa logró cerrar filas en torno al rector, muchas gracias por eso.

POR: ENRIQUE RODRÍGUEZ

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