De regreso

Para quienes nos dedicamos a hacer investigación en educación comparada e internacional, el trabajo en otros países es fundamental.

Estimadas y estimados corresponsales:

Permítanme esta vez escribir en un tono personal para contar parte de mi experiencia en Japón.

Cuando tengan en sus manos estas líneas ya estaré de regreso en mi México lindo. Hoy es viernes 13 de diciembre, mi último día como profesor visitante en la Escuela de Posgrado en Desarrollo Internacional de la Universidad de Nagoya. Pasé aquí 10 semanas de trabajo intenso, clases, conferencias (también en Tokio e Hiroshima), visitas a escuelas de educación básica y media y la redacción de un artículo que espero convertir en una monografía el año que viene. Cargo conmigo un borrador de ese artículo; le falta incorporar material y pulir el argumento. Pero estoy satisfecho con el avance.

A pesar de la distancia y las 15 horas de diferencia en el horario, traté de no perder el pulso de la política educativa de México. Por supuesto que no es igual que estando presente, el contacto cotidiano es fundamental en la labor de escribidor para este nuestro Excélsior. Sin embargo, no falté a mis entregas de cada miércoles y domingo. Lo digo para presumir y espero su benévola mirada: éste es mi artículo 100 de este 2019.

Para quienes nos dedicamos a hacer investigación en educación comparada e internacional, el trabajo en otros países es fundamental. Aprendemos de sus sistemas educativos, nos fijamos en sus modos de hacer política, en las reglas que se cumplen y las que se evitan. Analizamos el quehacer de los maestros, las actividades de los alumnos, las pautas curriculares, el ejercicio de la autoridad y los conflictos que se levantan en torno a la educación.

En mi caso, comparo propósitos, instrumentos que usan los gobiernos (tecnología del poder) para promover reformas en la educación. Tomo en cuenta el contexto en que se desenvuelven y las tradiciones que tratan de modificar.

En Japón hay un flujo continuo de políticas educativas desde los años 90, con pocos altibajos. En México tenemos sobresaltos —y fuertes a veces— con cada gobierno. Estremecimientos severos, como con la reforma del presidente Enrique Peña Nieto y más con la de sentido en reversa del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Aunque hay cosas admirables en la educación en Japón, me cuido de proponer —vamos, de siquiera sugerir— que deberíamos hacer lo mismo en México. Soy consciente de que hay pautas históricas y condiciones políticas que determinan el camino de cada sistema escolar.

No obstante, aspiro a que con las descripciones, análisis e interpretaciones que aventuro, mis lectores extraigan lecciones y hagan sus comparaciones propias. El mundo es amplio, hay ideas itinerantes —buenas y malas— que pueden aportar algo a las discusiones nacionales.

Además del trabajo académico, mi esposa y yo aprovechamos los fines de semana para visitar museos, lugares históricos de Nagoya y sus alrededores. También hicimos viajes de un día a Kobe, Shirakawa-go y Osaka. Escapatorias que nos ayudaron a entender un poco más de la cultura de este gran país.

CARLOS ORNELAS

EXCELSIOR

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