El triunfo de la CNTE

El presidente López Obrador habla de “federalizar”, es decir, centralizar y regir el sistema desde la SEP.

El viernes 20 de diciembre fue el último día de clases del año en mi Casa abierta al tiempo. Entre despedidas y buenos deseos pregunté a dos de mis colegas qué fue para ellos lo más trascendente del 2019 en la política educativa.

Sin pestañear me dijeron que fue la nueva enmienda al artículo 3º de la Constitución. Luego les inquirí cuál era la causa. Coincidieron en que el cambio tiene la marca del presidente Andrés Manuel López Obrador y de la Cuarta Transformación.

De acuerdo. No obstante, más allá de la muda en la constitución, el hecho implica también el triunfo ideológico y político de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Corona 40 años de brega en contra del Estado y de todo tipo de gobiernos.

La retórica vindicativa que impregnó la campaña —y que persiste cada vez que el presidente López Obrador habla sobre el tema— recupera las demandas de la Coordinadora: contra el neoliberalismo y por una educación popular (bajo el control de sus fieles). Ni López Obrador ni los jefes de la SEP llegan al extremo de ensalzar —al menos en público— las figuras de Mao, Kim Il-sung o Nicolás Maduro, pero sí a Hugo Chávez, Fidel Castro y, por supuesto, sus adalides nacionales.

El secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, siguió esa liturgia rencorosa por un buen tiempo, pero poco a poco se aleja de ella y en sus piezas oratorias comienza a construir una imagen de sí y de la política educativa que quiere construir (en el nombre del presidente López Obrador): la Nueva Escuela Mexicana y el Acuerdo Educativo Nacional. También de las estrategias que acompañan a esas consignas.

Sin embargo, el triunfo político de la CNTE es más profundo y —tal vez— de consecuencias perdurables en el sistema educativo mexicano. Sus líderes no sólo se transfiguraron en los favoritos del palacio y en diseñadores de políticas práctica, recolonizaron el gobierno de la educación básica en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán.

Su control del sistema es tal que los gobernadores de esos estados —y el de Zacatecas— y otros más que no lo proclaman desean con toda el alma regresar el pago de la nómina y la administración del sistema al gobierno federal.

El presidente López Obrador habla de “federalizar”, es decir, centralizar y regir el sistema desde la SEP. Incluso, el texto del artículo 3º apunta que el Estado es el rector de la educación. Los emisarios de la 4T interpretan que el Estado es el gobierno federal.

Esta visión centralista —sin una postura seria y crítica acerca de las posibilidades de un sistema unitario— favorece los afanes de la CNTE y las demás facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Mientras más lejos esté el patrón, más fácil para sus líderes colonizar posiciones de mando.

Empero, con todo y que la CNTE venció en las perspectivas ideológicas y políticas, su ADN opositor la sentencia a seguir en la brega contra el gobierno, contra cualquier gobierno. ¡No está contenta con su triunfo!

CARLOS ORNELAS

EXCELSIOR

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