En vilo

La CNTE sabe bien lo que quiere, por más que sus líderes digan que no les interesa el control de las plazas, está en el corazón de sus exigencias, lo mismo que regresar el control de las finanzas a los estados y el retorno de la doble negociación.

En un artículo de 2013, cuando las movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación estaban en su apogeo y tenían bloqueada la Autopista del Sol, apunté que el gobierno de Peña Nieto usaba el “protocolo de contención” de cinco pasos que usan las potencias para lidiar con adversarios (o países independentistas).

En la Semana Santa de aquel año y antes del Grito del 15 de septiembre, el gobierno empleó los cuatro punteros.

Primero, advertencia, “no se dará ni un paso atrás”, dijeron el presidente y Emilio Chuayffet, secretario de Educación Pública.

Segundo, negociaciones. Para su mala fortuna, el presidente confió esa acción a su compadre, el subsecretario de gobierno, Luis Enrique Miranda: fue un desastre, pues envalentonó a la CNTE.

Tercero, sanciones. La dialéctica del control se manifestó en descuentos a quienes faltaban a clases y en despidos (en 2015) a quienes no se presentaban a los exámenes.

Cuarto, uso limitado de la fuerza (o ejercer el monopolio legítimo que sobre ella posee el Estado). El gobierno la utilizó con suma precaución para desalojar a los ocupantes de la autopista al final de la Semana Santa y el Zócalo el 13 de septiembre.

El quinto tranco sería la guerra, que aun los más poderosos tratan de evitar, es el último recurso y con ella hasta los vencedores pierden. Ergo, en el caso de la contienda por la educación en México, no se originó ni se producirá.

Esos trances no son secuenciales, nada más el primero y el último no pierden su lugar. La negociación es incesante: aun en estado de guerra, los contrincantes entran en componendas.

Durante los cuatro primeros meses de gobierno del presidente López Obrador dicho protocolo se ignoró por completo.

Presumo que es ajeno a la tecnología del poder que prefiere el Presidente: el contacto con las masas y las sentencias en las mañaneras nutren su propensión a descollar y dictar línea.

Tengo la impresión de que juzga como impropios los instrumentos institucionales y de política orgánica (el funcionamiento de la burocracia). Quizás hasta los considere un estorbo para su proyecto, el de la Cuarta Transformación, que todavía nadie descifra por completo. Por eso llama a los maestros a que se comporten como es debido, no dice que aplicará la ley.

Sin embargo, la CNTE sabe bien lo que quiere, por más que sus líderes digan que no les interesa el control de las plazas, está en el corazón de sus exigencias, lo mismo que regresar el control de las finanzas a los estados y el retorno de la doble negociación, aunque Elba Esther Gordillo tiene patentada esta demanda y ganó a la CNTE su reivindicación.

Acaso porque esos dirigentes ya lo pusieron “hasta el copete” con tanto rechazo, a pesar de que les tiende la mano una y otra vez, quizá porque ya se dio cuenta de que no aceptarán su propuesta de reforma —reformada a su vez por los partidos de oposición—, el Presidente dio el primer paso. Ya advirtió que si no les gusta, regresará las cosas a como estaban antes de 2012, pero no el control de la nómina; es más, anunció la recentralización del sistema: “vamos a federalizar la educación”.

El segundo paso del protocolo de contención, el de la negociación, lo practica desde que era Presidente electo y hoy tiene bajo presión constante a su secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, y a su alfil, ¿o peón?, en la Cámara, Mario Delgado. Ya no saben para dónde hacerse.

El Presidente insinúa que no habrá sanciones y es contundente cuando afirma que “no los reprimiré”.

No he escuchado a nadie que le pida al Presidente reprimir, sino que cumpla y haga cumplir la ley. Pero él elimina el tercero y cuarto lances del protocolo de contención, no quiere que lo perciban como a los anteriores mandatarios.

No abogo porque se sancione por encima de la ley a los líderes y manifestantes, menos porque se les reprima. Pero sí que se privilegie el derecho superior de la infancia sobre la protesta y que el Estado no deje la rectoría de la educación a grupos facciosos.

Por: Carlos Ornelas

EXCELSIOR

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