Inmunidad de rebaño: cuidado

En el variopinto de estrategias que buscan mantener la población segura durante la pandemia del Covid-19 se encuentra la ‘inmunidad de rebaño’. Esta, llamada ‘herd immunity’ por su término en inglés, consiste, según la definición que ofrecen la viróloga Esperanza Gómez Lucía y el epidemiólogo José A. Ruiz Santa, ambos de la Universidad Complutense de Madrid, en dejar que la enfermedad se propague por el resto de la población (salvo los más vulnerables que deberán seguir las órdenes de resguardo en sus casas). Al momento en el que un número suficiente de individuos se contagia, se forma una especie de “muro de contención” que evita que los más vulnerables dentro de esa población eviten contagiarse.

Si parece complicado, lo es, suena arriesgado también. En ausencia de una vacuna, vehículo necesario para iniciar este remedio colectivo, implicaría que ese número de individuos que dejamos contagiar se recupere en números suficientes para alcanzar esa inmunidad. Ello conllevaría que, con el paso del tiempo, el coronavirus novel sea adquirido por la mayoría de la población que pueda sobrellevarlo y que se recuperen de la misma. Los autores estiman que para que esto suceda más del 70 por ciento de la población debe haberse contagiado y recuperado.

A mi juicio, esto es tentar el destino. Estamos hablando de un patógeno novel del cual no se sabe mucho y del que las autoridades sanitarias y científicas necesitarán un largo periodo de tiempo para entender, más aún desarrollar tratamientos o vacunas. Entre ese momento y lo que estamos viviendo en el presente, lanzarse a la calle sin razón de peso es un cálculo peligroso. Te lanzas a la calle, te contagias, sales positivo. Con “suerte” (si lo podemos llamar así) no presentas síntomas, o tu padecimiento es leve, pero igualmente eres contagioso. ¿Qué haces entonces si no vives solo? ¿Te vas a un hotel por dos semanas? Si das positivo precisas de aislarte sobretodo si vives con personas mayores de 65 años en la casa. ¿Y si el cálculo te sale mal y terminas grave en el hospital? ¿Y si te mueres, quienes quedan desamparados cuando ya no estés? La muerte deja un vacío grande. No es solo ausencia física del ser querido, es el lastre profundo y el golpe que deja en la psique.

Me pregunto si este cálculo riesgoso figura en el pensamiento de aquellos en Estados Unidos que, creyendo la demagogia, las teorías de conspiración y la pseudo-ciencia, se lanzan a la calle a protestar las mismas políticas gubernamentales que pretenden protegerles. El hambre de consumir, de pintarte las raíces para que no se te vea el pelo gris o blanco, de comerte una grasosa hamburguesa con ocho lascas de tocineta, puede más que el sentido común de algunos. Son estos las tropas de avance del extremismo y la polarización, que hemos permitido que sustituyan el diálogo plural y el sentido común, atributos de los que los estadounidenses se preciaban. Poco a poco, la pandemia se ha convertido en otra razón más para sacar del ruedo político la sensibilidad y la razón, llevando a esta república al borde del precipicio, del abismo.

Pero hay casos de países que han tomado esta avenida: Gran Bretaña y Suecia. En ambos la ‘inmunidad de rebaño’ fue y es el criterio inicial de determinación y acción del poder público. El gobierno británico la promovió como movida necesaria. La descartó casi de inmediato, cuando los casos graves se dispararon, casi amenazando con saturar los hospitales y su Sistema Nacional de Salud (NHS) y el propio primer ministro, Boris Johnson, tuvo que ser trasladado a una unidad de cuidado intensivo. Al sol de hoy, su ministro de relaciones exteriores y primer secretario de estado, Dominic Raab, todavía ofrece informes de “progreso” a la prensa y el público. Suecia, en cambio, apuesta a la inmunidad colectiva; asume pues una dirección contraria al resto de sus contrapartes en la Unión Europea. Como consecuencia, según Rafael Cereceda de Euronews, existe una tirantez enorme entre la Ministerio de Salud sueco y la comunidad científica de ese país que, al igual que en Puerto Rico, cuestiona enfáticamente el proceder de las autoridades.

Mientras el mundo espera tenso, Suecia tiene ahora más casos que el resto de Escandinavia, como consecuencia de la laxitud, la mitad de sus asilos de ancianos se vieron afectados por el contagio. El resto lee como una historia de terror.

Jose R. Rivera Gonzalez

EL VOCERO

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