Investigan uso de atmósferas modificadas para conservar alimentos y control de plagas

El uso de atmósferas modificadas durante el almacenamiento de garbanzo y su efecto en la mortalidad del insecto Callosobruchus maculatus (Fabricius), la calidad del grano y la expresión de genes relacionados con la capacidad antioxidante, es la investigación en proceso que realiza Luz Raquel Cosme Murrieta para obtener el grado de doctor en Ciencias de los Alimentos.

La alumna del Departamento de Investigación y Posgrado en Alimentos (DIPA) explicó que la técnica de atmósferas modificadas es muy utilizada en verduras y productos cárnicos y se está estudiando para la conservación de granos y semillas. Consiste en cambiar el entorno del alimento que normalmente se compone de oxígeno, nitrógeno y CO2, que es lo que hay en el ambiente, para modificar esta atmósfera con algunos gases, con la finalidad de alargar la vida de anaquel.

“Se tiene que controlar la atmósfera porque los alimentos son seres vivos, aun cuando las semillas las vemos secas y teóricamente sin vida, realmente siguen respirando; lo que se busca al cambiar su atmósfera es detener la respiración de estos alimentos. Al bajar la respiración se detiene su proceso normal de envejecimiento y también las reacciones enzimáticas”.

En entrevista realizada en el programa radiofónico Alimentación, problema de nuestro tiempo, que se transmite por Radio Universidad, la investigadora mencionó que con la técnica de la atmósfera modificada también se controlarían las posibles plagas que pudieran en un momento dado infestar los granos durante el almacenamiento.

“De manera normal, el almacenamiento de garbanzo a nivel comercial se fumiga una vez al mes con el uso de fosfinas; sabemos que estos productos químicos son tóxicos para las personas que lo aplican y para los consumidores, por los residuos que quedan. Lo que se busca es estudiar las atmósferas modificadas, en este caso con la aplicación de CO2 en el garbanzo, como alternativa al uso de la fosfina”, indicó Cosme Murrieta.

La alternativa del uso de atmósferas modificadas, específicamente el uso del CO2 para almacenar granos y semillas, busca ser más saludable, más amigable al medioambiente, donde el consumidor final sería el beneficiado, porque se está controlando el insecto, protegiendo el producto, reduciendo la tasa de respiración para que no haya desarrollo de insectos, y al final se tendrá un producto sin el uso de tantos químicos que dañan al ambiente y la salud.

“Lo que pasa es que el garbanzo, al ser un ser vivo, va a bajar su tasa de respiración, que ya de por si es baja, porque es un grano muy seco; al bajar la tasa de respiración, se detienen muchas reacciones enzimáticas propias del grano y se evita el deterioro a ese nivel; por otro lado, al poner 85% de CO2, los estudios reportan que, si el insecto está en la etapa de huevo, larva, pupa o adulto, puede morir”, detalló.

La estudiante e investigadora del DIPA dijo que en el estudio que están realizando se utilizan unas bolsas especiales que evitan la salida del gas una vez aplicado. Normalmente el almacenamiento de garbanzo es de seis meses a un año, dependiendo del comportamiento del mercado, apuntó.

Respecto al nivel de desarrollo del experimento, Cosme Murrieta dijo que el trabajo de investigación que está realizando en su doctorado, tiene cinco objetivos y se ha planteado en dos etapas: “estamos en la primera etapa para atender tres objetivos del trabajo, se está avaluando lo que viene siendo la calidad de semilla, como grano para consumo y la mortalidad; en la última atapa, que estaremos iniciando a finales de agosto, es la parte de expresión de genes y capacidad antioxidante”.

Por último, Luz Raquel Cosme Murrieta comentó que el próximo mes de agosto realizará una estancia en Barcelona, España, donde durante dos meses dará seguimiento a uno de los objetivos de su investigación: evaluar la mortalidad del insecto y determinar las dosis letales de CO2 en huevos y pupas del insecto Callosobruchus maculatus (Fabricius).

Luis Mendoza

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