La brecha digital y la condición humana

Boris Berenzon Gorn*

La brecha digital se plantea como el proceso referido a las desigualdades en el acceso a la tecnología y al conocimiento digital, no es simplemente un tema técnico o económico. Desde una lectura de fondo y desde la larga duración, puede ser entendida como una manifestación de desigualdades históricas y filosóficas que han marcado a las sociedades humanas a lo largo del tiempo.

La noción Tiempo-Espacio
Immanuel Wallerstein, en su análisis del sistema-mundo, introduce el concepto de Tiempo-Espacio para explicar cómo las relaciones de poder y la distribución del conocimiento están entrelazadas con las estructuras sociales, económicas y políticas en distintos momentos históricos y geografías. Desde esta perspectiva, la brecha digital se manifiesta como una continuidad de las desigualdades históricas que han caracterizado a las sociedades humanas. La historia muestra que el acceso al conocimiento ha sido históricamente controlado por élites, desde los escribas de las antiguas civilizaciones hasta las academias modernas. Esta desigualdad en la distribución del conocimiento ha sido perpetuada por filosofías y sistemas de pensamiento que han legitimado las jerarquías, reforzando la idea de que el saber es un privilegio reservado para unos pocos.

En la reflexión métrica poética, de Alejandro Quijano (papel sulfatado, 2024).

La condición humana

Hannah Arendt, en La condición humana, explora las dimensiones de la labor, el trabajo y la acción en la vida humana. En el contexto digital, estas categorías adquieren nuevos significados. La labor, vinculada por Arendt a la mera supervivencia, se transforma en un ciclo constante de consumo de información y entretenimiento, donde el individuo queda atrapado en una lógica de producción y consumo sin fin. El trabajo, asociado por Arendt con la creación de un mundo duradero, se fragmenta en el entorno digital, donde la obsolescencia rápida y la inmaterialidad de los productos digitales desafían la noción de permanencia. La acción, considerada la dimensión más elevada de la vida pública, se ve mediada y a menudo distorsionada por las dinámicas del poder digital, donde el espacio público se redefine en términos de algoritmos y plataformas.

Friedrich Nietzsche, con su concepto del eterno retorno, ofrece una perspectiva crítica sobre la repetición y la superficialidad de la experiencia digital. En un mundo donde la información y las experiencias se repiten ad infinitum, la autenticidad de la existencia se diluye, y la vida humana corre el riesgo de caer en la banalidad. Nietzsche, quien abogó por la transvaloración de los valores, podría ver en el mundo digital una oportunidad para revaluar y resignificar la vida, aunque también advertiría sobre el peligro de sucumbir a la tiranía de lo inmediato y lo efímero.

La cultura y la política

Jean-Paul Sartre, con su enfoque existencialista, nos invita a considerar la libertad individual en el mundo digital. Sartre afirmaba que “el hombre está condenado a ser libre”, y en el contexto digital esta libertad enfrenta nuevos desafíos. La capacidad de elegir y actuar, fundamental para la existencia auténtica, se ve restringida por la vigilancia, la manipulación de datos y la creación de perfiles de usuarios. La libertad en la era digital se convierte en una ilusión, donde las elecciones están predeterminadas por algoritmos que conocen nuestras preferencias mejor que nosotros mismos.

Sartre. Desafíos de la libertad. Foto: Wikipedia.

Jean-François Lyotard, en La condición postmoderna, examina la transformación del conocimiento en la sociedad contemporánea. En el mundo digital, el conocimiento se convierte en un bien mercantilizado, sujeto a la lógica del mercado y al control de corporaciones tecnológicas. La cultura, que alguna vez fue un espacio de resistencia y crítica, se convierte en un terreno de disputa entre lo comercial y lo auténtico. Lyotard alerta sobre la reducción del conocimiento a una mera información utilitaria, donde la verdad se relativiza y se subordina a la eficiencia y el rendimiento.

Michel Foucault, con su análisis del poder y la biopolítica, ofrece herramientas esenciales para entender el control y la regulación en el mundo digital. Las tecnologías digitales no sólo facilitan la comunicación y el acceso a la información, sino que también actúan como mecanismos de poder que disciplinan y normalizan comportamientos. Foucault observaría cómo las plataformas digitales ejercen un poder sutil pero penetrante, configurando las subjetividades y las relaciones sociales a través de la vigilancia y la gestión de la información.

Jacques Derrida, con su concepto de la “diferencia”, nos invita a cuestionar la estabilidad de los significados en el mundo digital. La escritura digital, caracterizada por su instantaneidad y volatilidad, desafía la permanencia y la coherencia del significado. Derrida sugiere que el mundo digital amplifica la fragmentación y la dispersión de los textos, creando una multiplicidad de interpretaciones y desafiando la noción de una verdad única y fija.

Realidad simulada y cultura hiperreal

Jean Baudrillard, en Simulacros y simulación, argumenta que, en la sociedad contemporánea, los simulacros, es decir, las representaciones de la realidad, han reemplazado a la realidad misma. En el mundo digital, esta idea cobra vida a través de la creación de realidades virtuales y entornos simulados que desafían la distinción entre lo real y lo ficticio. Baudrillard advierte sobre la hiperrealidad, donde las imágenes y representaciones digitales se perciben como más reales que la realidad misma, erosionando nuestra capacidad para discernir la verdad.

Richard Rorty, en su enfoque pragmatista, nos insta a considerar las consecuencias prácticas del mundo digital en nuestras vidas. Para Rorty, la verdad no es una correspondencia con la realidad, sino una construcción social que se valida a través de su utilidad y efectividad. En el mundo digital, donde la información se moldea y manipula para servir a intereses particulares, Rorty nos invita a reflexionar sobre cómo construimos nuestras narrativas y qué valores priorizamos en este proceso.

Desafío ético y político

La brecha digital, más que una simple cuestión de acceso a la tecnología, representa una fractura en la capacidad de los individuos para participar plenamente en la vida social y política. David P. Gauthier, con su teoría del contrato social, podría argumentar que el mundo digital redefine los términos del contrato social, donde aquellos excluidos de las tecnologías digitales se ven privados de su capacidad para participar en la vida pública y ejercer su autonomía.

Michel Onfray, con su enfoque hedonista y su crítica a las estructuras de poder, nos invita a considerar cómo el mundo digital puede tanto liberar como reprimir los deseos y aspiraciones humanas. Onfray podría ver en el mundo digital un espacio para la realización del placer y la creatividad, pero también advertiría sobre los peligros de la alienación y la pérdida de sentido en un entorno dominado por la lógica del mercado y el control.

Slavoj Žižek, en su análisis del capitalismo tardío, vería en la brecha digital una manifestación de las contradicciones inherentes al sistema capitalista. Žižek podría argumentar que el mundo digital perpetúa y exacerba las desigualdades existentes, mientras ofrece la ilusión de libertad y democratización. Para Žižek, el desafío es reconocer estas contradicciones y buscar formas de subvertirlas desde dentro del sistema.

Jacques Rancière, con su enfoque en la igualdad y la emancipación, nos recuerda que la brecha digital no es sólo una cuestión de acceso, sino de poder y reconocimiento. Rancière podría argumentar que el mundo digital ofrece nuevas oportunidades para la igualdad, pero sólo si se cuestionan y reconfiguran las estructuras de poder que perpetúan la exclusión.

Byung-Chul Han, en su análisis de la sociedad del cansancio y la psicopolítica, vería en el mundo digital una fuente de agotamiento y control. Han advierte sobre cómo la hiperconectividad y la sobreexposición a la información conducen a una nueva forma de violencia, donde los individuos se ven atrapados en una dinámica de autoexplotación y vigilancia constante. La brecha digital, en este sentido, no sólo excluye a algunos, sino que también sobrecarga a quienes están dentro del sistema.

Alecto en las redes sociales, de Alejandro Quijano (papel sulfatado, 2024).

La propuesta de Hayden White

Hayden White, en su obra sobre la teoría de la historiografía, argumenta que la manera en que narramos la historia está profundamente influenciada por los marcos narrativos y las estructuras de significado que empleamos. En el contexto de la brecha digital, White nos invita a considerar cómo las narrativas digitales y la construcción de la historia en línea pueden afectar nuestra comprensión de la realidad. Sus alumnos, como Lynn Hunt y Keith Jenkins, han continuado esta exploración, destacando cómo la digitalización transforma nuestras interpretaciones del pasado y del presente.

Hunt, por ejemplo, analiza cómo los medios digitales reconfiguran nuestras percepciones históricas y culturales, al permitir una mayor accesibilidad a la información, pero también al introducir nuevas formas de manipulación y sesgo.

Jenkins, por su parte, examina cómo las tecnologías digitales no sólo afectan la producción del conocimiento histórico, sino también la forma en que se construye el sentido de identidad y memoria colectiva. A través de estos enfoques, se revela que la brecha digital no es nada más una cuestión de acceso desigual, sino también una cuestión de cómo se narra y se interpreta la realidad en un mundo cada vez más digitalizado.

La reflexión de White y sus alumnos proporciona una perspectiva crítica sobre cómo las narrativas digitales pueden profundizar o mitigar las desigualdades, subrayando la necesidad de una mayor equidad en la representación y el acceso a la información en la era digital.

Reflexiones desde el sur

La descolonización, un proceso que busca desmantelar las estructuras de poder impuestas por el colonialismo, se enfrenta hoy a nuevos desafíos en el contexto de la brecha digital. Boaventura de Sousa Santos, uno de los principales teóricos contemporáneos de la descolonización, argumenta que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han reconfigurado las formas de dominación y exclusión. Según Sousa Santos, la brecha digital no es sólo una cuestión de acceso desigual a la tecnología, sino una nueva manifestación del colonialismo, donde las sociedades del Sur Global quedan marginadas en un mundo cada vez más dominado por los centros de poder tecnológico en el Norte Global. Esta brecha perpetúa la dependencia y la subalternidad de las naciones que fueron históricamente colonizadas, impidiendo su plena participación en la economía y la cultura global.

Walter Mignolo y Aníbal Quijano han subrayado cómo la brecha digital es un reflejo de la colonialidad del poder, una estructura que persiste más allá del fin formal del colonialismo. Mignolo sugiere que la tecnología, al ser producida y controlada principalmente por Occidente, se convierte en una herramienta para la perpetuación de las desigualdades globales. Quijano, por su parte, destaca que esta brecha digital es una extensión de las jerarquías raciales, culturales y económicas impuestas durante la colonización. En este sentido, la descolonización en la era digital no sólo debe centrarse en cerrar la brecha tecnológica, sino también en cuestionar y transformar las estructuras de poder que la sostienen, promoviendo un acceso equitativo al conocimiento y la tecnología que permita a las comunidades históricamente marginadas forjar sus propios futuros.

Repensar la tecnología. Foto: Freepik.

El futuro del ayer…

La lucha por cerrar la brecha digital en América Latina es, en última instancia, una lucha por la liberación, la soberanía y la justicia. Es un llamado a repensar nuestras relaciones con la tecnología, a valorar los saberes y cosmovisiones locales, y a construir un futuro donde la tecnología sirva a los pueblos y no a las estructuras de poder que los oprimen. En este sentido, la filosofía latinoamericana nos ofrece una guía para navegar las complejidades del mundo digital, buscando siempre la justicia y la dignidad para todos los pueblos de la región. Un mundo más justo y humano.

*Doctor en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Este texto es una primera aproximación a su investigación Relectura de la cultura desde el mundo digital.

Con información de Proceso

También te puede interesar