La ministra Norma Piña

Clara Scherer.

Las víctimas balbucean prudencia, mesura, templanza. Palabras que para el horror, carecen de sentido. Si el dolor no ha importado, si la empatía es desconocida, inútil es exigir reflexión. Las mentiras arropan el exterminio de un poder fundamento de la democracia.

O ¿nuestro último suspiro? Hay que reconocer el trabajo de la ministra Piña. En estos turbulentos tiempos, la ética se avergüenza, se esconde en un oscuro rincón. En materia de arbitraje judicial, las decisiones lesionan a una de las partes. Saber que el enojado iba a hacer berrinche y, luego, tomar venganza, no la arredró. Sus sentencias, como dijo, hablan por ella.

Por algo, la ministra Margarita Ríos Farjat llamó Sor Juana a la plataforma de inteligencia artificial para consulta pública de sus sentencias. Los tiempos abiertamente misóginos de Sor Juana son comparables en intensidad, a los sibilinamente misóginos de la actualidad. El desprecio por el saber, por la defensa de la justicia y por las mujeres se muestra cada mañana, en cada acto, en cada palabra. La información desarma falacias.

Aprender a vivir sin amos (Kant) no es fácil. Saber que se juega la libertad y la dignidad hace temblar las piernas (y el cerebro) de muchas personas. A ella, no. Fue un desafío. Defendieron lo escrito en la Constitución. Leyes procesadas por antecesores y antecesoras, que deben cumplirse, o bien, modificarse en tiempo y forma, para reescribirlas en esa misma Constitución.

Rompieron ese pacto, y muchas veces incumplieron su palabra. La Suprema Corte cumplió con dignidad. Esa dignidad que eleva a la humanidad, ésa que hace del pluralismo fundamento, esa que recupera la importancia de la palabra dada, honrar lo pactado.

La ministra, como Rosario Castellanos, entiende como justos los sistemas normativos de comunidades originarias, amparando derechos de las personas involucradas en algún asunto y previniendo daños cuando son excusa para intensificar la opresión, incluso al interior de las comunidades, de mujeres, niños y niñas o personas con discapacidad, entre otros.

(https://www.internet2.scjn.gob.mx/red2/comunicados/noticia.asp?id=4640).

Rosario Castellanos en Oficio de tinieblas escribe y describe claramente los varios órdenes jurídicos que se contraponen, que se han invalidado sin conocerlos y reconocerlos, y nos convoca a saber más sobre los sistemas normativos internos, sus causas y consecuencias, sus procedimientos, siendo en muchas ocasiones más justos que el distante e indiferente orden jurídico nacional.

(https://fuenteshumanisticas.azc.uam.mx/index.php/rfh/article/view/137/133).

Hemos visto, y a todo color, la pedagogía de la crueldad de la que habla Rita Segato. Hemos visto cómo la furia corre veloz, sin detenerse a tomar aire, cómo arremete contra lo que se oponga a su loca carrera hacia el vacío. Cómo, en su ardor interno, va dando machetazos a diestra, siniestra y lo contrario. Nada calma su ímpetu destructor. Y le aplauden, y le hacen segunda quienes creen beneficiarse de las ruinas. La burla como epitafio.

Las víctimas balbucean prudencia, mesura, templanza. Palabras que para el horror, carecen de sentido. Si el dolor no ha importado, si la empatía es desconocida, inútil es exigir reflexión. Las mentiras arropan el exterminio de un poder fundamento de la democracia.

Sabemos que la corrupción ha sido amparada cuando alguna persona cercana abusa de su relación con el poder. Sabemos que, como la humedad, se extiende entre quienes juran en vano no mentir, no robar y al pueblo lo utilizan como jerga. Sabemos que empezar por el principio es norma de prudencia: las policías, los ministerios públicos y la fiscalía toda.

El nombramiento de la ministra Piña sorprendió a todas y todos. Rompió el techo de cristal y acuerdos previos tomados en “lo oscurito”. Ella no hizo otra cosa más que estar en ese lugar y ser elegida por sus pares, quienes reconocieron sus conocimientos, capacidades y su actuar éticamente. Pero, como dice Almudena Grandes: “Cuando la historia universal se cruza con amores (u odios) apasionados, pueden suceder cosas impensadas”.

Excelsior

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