Luces que brillan en el espacio rosalino

Alfonso Carlos Ontiveros Salas.

Siguen llegando noticias que refuerzan la seguridad y la confianza en la defensa a la autonomía universitaria.

Tiempos que azotan como tempestades, vibran los sentimientos, la emoción de frustración, de coraje de retos, se demuestra en cada rostro, pero la fortaleza firme. Esa es la voluntad de la comunidad universitaria rosalina.

Perder la guía del líder que por muchos años enarboló las banderas del mejoramiento integral de la Universidad Autónoma de Sinaloa, causó enojos y luchas innecesarias. Sus ideales quedaron sembrados en la gran mayoría de los universitarios.

Cayó su cuerpo, pero no sus ideas. Hasta en los momentos de violencia maldita luchó contra el adversario. Ese era el temple y la determinación del Mtro. Héctor Melesio Cuén Ojeda. No permitió que el enemigo se impusiera.

Su trabajo creaba certidumbres. Siempre caminaba rápido y quienes lo seguían tenían que tener dotes de maratonistas. La gente lo buscaba porque daba confianza en sus orientaciones. Siempre tuvo la seriedad en sus palabras y con hechos convencía.

El enemigo siempre aparece. No porque los haya querido tener. Esos aparecieron solos porque nadie los llamó. Los proyectos que tenía eran muchos, pero siempre aparecía en sus apuntes como hacerle para mejorar las condiciones educativas de la UAS.

Desarrollar proyectos para que la Universidad Autónoma de Sinaloa fuera la mejor universidad, no tenía porqué generar enemigos. En esa idea quizá a los señores del gobierno no les gustó que creara un partido político.

La visión política de Cuén Ojeda no fue personalista, fue con la finalidad de que a la Universidad Autónoma de Sinaloa le fuera bien. En ese proyecto se rodeó de jóvenes universitarios que lo ayudaron a impulsar la nueva universidad como es el caso del Encargado del Despacho de Rectoría Robespierre Lizárraga Otero.

Se fue a un mundo que no conocemos, pero seguro que al igual que él lo habremos de conocer porque es un camino que todos habremos de recorrer. Quedaron tatuados en los muros rosalinos muchos pincelazos del brillo que engalana a la Casa de Estudios Rosalina.

Difícilmente la figura y el nombre de Héctor Melesio Cuén Ojeda desaparecerá de las mentes universitarias, el tiempo se encargará de darle el lugar que habrá de tener en la rotonda de los universitarios ilustres.

Buscó participar en actividades políticas, no fue ningún error haberlo realizado porque es un derecho que tenemos todos y lo hacía pensando en traerle mejores beneficios a la Universidad, esa que con mucho tino dirigió.

Los enemigos llegaron y buscaron la forma de no dejarlo trabajar, en sus proyectos personales, empresariales y tampoco en los políticos. Dios solo es quien sabe hasta donde es posible llegar con esos odios y rivalidades. Cada quien, en su momento, recibirá, su castigo divino o el de los hombres.

En su ausencia surgen voces que encienden focos rojos. El enemigo sigue fraguando su agresión, pero encontrará raíces firmes de todo aquello que Cuén Ojeda les enseñó. La reforma pretendida no llegará por capricho de esos enemigos, llegará cuando los universitarios unidos pongan fin a esas malvadas intromisiones. La dignidad y la defensa a la autonomía universitaria es una realidad, que no se equivoquen esas rémoras que tienen refugio en la sombra del gobierno.

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