México-Japón: Japón-México

Las universidades deben trabajar de manera conjunta para contribuir a la solución de problemas como la escasez de alimentos, las enfermedades infecciosas, el terrorismo y el crecimiento desigual, destacó el rector de la Universidad de Hiroshima, Mitsuo Ochi.

Decía mi abuela que aun en tiempo nublado se colaban rayos de sol. Sí, el horizonte de la educación mexicana está cubierto de nubarrones. El más reciente, el presupuesto para el sector. Pero hay fragmentos de fulgor, aunque poca gente los note.

La semana anterior la Universidad Nacional Autónoma de México y El Colegio de México fueron anfitriones de la IV Cumbre de Rectores de Universidades Mexicanas y Japonesas. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, representó al gobierno mexicano; su pieza fue mesurada y de encomio. Las de los rectores de la UNAM, Enrique Graue, y de la Universidad de Hiroshima —sede de la III Cumbre hace dos años— Mitsuo Ochi, fueron al grano de la cooperación entre las casas de estudios de ambos países.

La directora General del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, quizá con algo de envidia, destacó el apoyo del gobierno japonés a la investigación científica, y Silvia Giorguli, presidenta de El Colegio de México, subrayó la importancia de las ciencias sociales y las humanidades en el intercambio académico.

El honorable Yasushi Takase, embajador de Japón en México, en perfecto español, resaltó las buenas relaciones entre ambos países y la necesidad de cooperar más en ciencia y tecnología. Jaime Valls, secretario general de la Anuies, coincidió con los planteamientos.

En las delineaciones se ofrecieron cifras, se habló de proyectos concretos de universidades mexicanas, públicas y privadas, con sus pares de Japón. También de publicaciones conjuntas y de las perspectivas futuras.

Sin embargo, poco trascendió a la plaza pública. Los rectores no tomaron el Congreso ni marcharon ni exigieron atención del poder público. Sólo uno que otro boletín de las instituciones involucradas merecieron notas en la gran prensa y alguna en la radio y la televisión.

Esos rayos de luz alumbraron a poca gente.

No obstante, si uno mira al plazo largo, la colaboración entre instituciones —más entre grupos de investigación— la movilidad académica de profesores y estudiantes es trascendente. El impulso a la investigación científica, tecnológica y a las humanidades, aunque sus resultados no se vean de inmediato, arroja consecuencias que beneficiarán al país, a su desarrollo social y crecimiento económico.

La información que intercambiaron los rectores, las cifras de proyectos, publicaciones y capacidades financieras fueron significativas, pero el corolario estuvo en los conceptos y los símbolos.

La amistad, la colaboración, la solidaridad que mostraron los 23 rectores japoneses con sus pares y las expectativas que siembran son buenas noticias y hay que celebrarlas.

El interés de Japón por México crece cada semana.

Por ejemplo, las tres primeras cumbres fueron cada tres años; ahora serán de dos; un distintivo de que las cosas pueden ir mejor todavía.

La frase sustancial —quizá— la expresó el rector de la Universidad de Hiroshima, Mitsuo Ochi: “Hoy, los avances en ciencia y tecnología generan cambios en las reglas socioeconómicas y las innovaciones se propagan en un abrir y cerrar de ojos. Pero se sigue enfrentando escasez de alimentos, enfermedades infecciosas, terrorismo y crecimiento dispar.
Las universidades deben trabajar conjuntamente para contribuir a la solución de estos problemas”.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no favorece la cooperación internacional y parece que, más allá del incremento de la matrícula, le importa poco la educación superior. Las cantidades que le asigna en el Presupuesto de Egresos implican estancamiento.

Empero, las universidades y la academia tienen tradiciones de valor que cultivan a pesar del cielo cerrado.

CARLOS ORNELAS

EXCELSIOR

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