Mucho ruido electoral, poca sustancia ideológica

ALFREDO RÍOS CAMARENA.

Denostar a Cárdenas es una advertencia para toda la clase política, clara y definitoria: o están conmigo, o están contra mí.

Las banderas desplegadas de la 4T y del presidente López Obrador han planteado una retórica para definir la política hacia la próxima elección presidencial, en dos campos, a lo que él llama, por un lado, “los que apoyan al pueblo”, y por el otro, “los simpatizantes de la oligarquía”.

Para tal efecto, el Presidente aprovechó la presentación del “Punto de Partida” que planteó “Mexicolectivo” para descalificar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, distinguido mexicano quien, por cierto, no asistió al evento inicial de este grupo, integrado por personajes pertenecientes a diversas corrientes políticas, que fueron calificados por el Ejecutivo como el “ala moderada de los conservadores”.

Denostar a Cárdenas es una advertencia para toda la clase política, clara y definitoria: o están conmigo o están contra mí. No obstante, no se puede establecer negros y blancos, cuando existe una pluralidad de pensamiento en torno a los problemas nacionales; la estrategia es clara, el pueblo ganará la próxima elección.

Nuevamente, desfilaron todos los precandidatos que aspiran en Morena, sin excluir ya al senador Ricardo Monreal, ni al diputado Fernández Noroña.

El tema central es la unidad en el proyecto presidencial, que aparentemente postula una ideología de izquierda, aunque en la práctica real todos los programas y proyectos de esta administración tienen un claro tinte neoliberal, que se explica ante la necesidad geopolítica de mantener el equilibrio económico y la relación con el imperio.

La ideología planteada “no tiene pies, ni cabeza”, pues lo mismo incorpora a los grupos empresariales de mayores ingresos que a los más pobres del país, arropados en los programas sociales.

No hay ninguna acción claramente antineoliberal, a excepción —y habrá que subrayarlo— de la defensa del nacionalismo mexicano, en torno a las principales empresas estatales, como Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, este quizá sea el único aspecto que contiene principios doctrinarios, inspirados en el Constitucionalismo mexicano.

Es decir, no existe un proyecto ideológico, sino un propósito electoral, sujeto a las decisiones cotidianas del jefe de la Nación.

El peligro que corre Morena es que se dividan sus fuerzas cuando el resultado de las encuestas no sea el que espera la mayoría de ese partido, por eso, el denominador común que utilizan es la unidad. Ya veremos si ésta se mantiene, pues son muchos los líderes morenistas que han sido marginados, a pesar de su larga trayectoria en las filas de esa corriente.

En el otro frente, saludamos con simpatía al grupo plural “Méxicolectivo”, con un discurso elegante y bien fundamentado en las voces del exrector de la UNAM José Narro y del exprocurador General de la Republica y distinguido académico, Diego Valadés; aún cuando también existen causas comunes y diagnósticos, pero opiniones muy disímbolas entre los personajes que han planteado este proyecto, cuyo autor intelectual ha sido el senador Dante Delgado, audaz e inteligente.

Los otros partidos PAN, PRI y PRD, aún cuando manifiestan su intención de unidad, entran en conflicto permanente y no han podido determinar ni lo que significa un gobierno de coalición, ni un proyecto de gobierno que pudiera inscribirse en el Senado, tal como lo señalan los artículos 76 y 89 constitucionales para el caso de los gobiernos de coalición.

Finalmente, se observa que tampoco hay un método para elegir al candidato, ni una unidad en torno de nadie.

Lo único real es la descomposición social, que ha generado la influencia nefasta de los criminales, que cada día ganan más terreno. Esa es la asignatura pendiente.

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