Pandemia, aún con heridas por cicatrizar; voces de la infancia en México

Claudia Solera.

El confinamiento significó el mayor encierro de las infancias, nunca antes visto en la historia de la humanidad.

Son las voces de niñas y niños que opinan sobre los desafíos que la pandemia les dejó: dificultad para hacer amigos, merma en sus aprendizajes y problemas socioemocionales.

La herida de la pandemia de covid-19 sobre la infancia mexicana sigue sin cicatrizar. En mayo pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el final de la emergencia de salud pública a nivel internacional después de mil 191 días; sin embargo, es imposible decretar que ya no hay afectaciones socio emocionales en niñas, niños y adolescentes, con la merma de aprendizajes y una nueva dificultad para cultivar amistades.

Algunas cifras en América Latina, como las de Perú, a través de la Evaluación Virtual de Aprendizaje (EVA), alertan que sólo dos de cada 10 tienen la posibilidad de hacer amigos fácilmente y uno de cada 10 estudiantes es capaz de controlar sus emociones. Mientras que el Banco Mundial y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia dicen que: 4 de cada 5 niños menores de 10 años, en la región,  no son capaces de leer un texto corto.

Otro estudio del Banco Mundial, Acting Now to Protect the Human Capital of our Children expone que: “ya en 2019, previo a la pandemia, se vivía una profunda crisis de aprendizaje. El 53% de los niños y las niñas que terminaban la escuela primaria en América Latina y el Caribe no podía leer ni entender un texto simple. Después de dos años del cierre de las escuelas por la pandemia, ese porcentaje se incrementó a 64% en toda la región”.

De acuerdo con Susana Sosenski, doctora en Historia por el Colegio de México, el confinamiento significó “el mayor encierro de las infancias; nunca antes visto en la historia de la humanidad” y alertó que “nuestro país es de los que menor registro tiene de las voces, opiniones y sentimientos de este sector poblacional, a pesar de representar un 40%”.

Lariza Montero, autora del libro Érase una vez una pandemia, de la editorial Penguin Random House, sello Grijalbo, registró las voces y testimonios de 16 niñas, niños y adolescentes mexicanos con las siguientes interrogantes: “¿qué sentirán?, ¿qué pasará por su mente?, ¿cuánto tiempo estarán así?, ¿qué significará esto para ellos?”.

Siendo mamá de unos mellizos pequeñitos, me preguntaba ¿esto cómo va a impactar en ellos, de qué manera va a cambiar sus vidas?, literalmente. Mis hijos, siendo en ese momento unos bebés, no me podían contestar y entonces me di a la tarea de preguntarle a otros niños y niñas y adolescentes”, explicó Montero en entrevista con Excélsior.

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CATÁSTROFE

Además, llegaron otras advertencias de Naciones Unidas, por parte del director general, el portugués António Guterres, quien comentó: “Nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”.

Se calcula que el déficit cognitivo en niños pequeños podría representar una merma de un 25% de sus ingresos cuando sean adultos, según estudios sobre el impacto de la pandemia en el capital humano.

Excélsior platicó con niños y niñas, quienes participaron en los testimonios de Érase una vez una pandemia: Dana, Juanpi, Karen, Noemí y Valentina, donde “exploran los sentimientos más profundos, más conmovedores, de los niños que pasaron por este proceso, llenos de temores, de aburrimiento y de nostalgia de lo que hasta entonces, antes del encierro, parecía perfecto: la vida sin pandemia”.

Ahora, ya con una pandemia cuyo final se decretó y luego del regreso de 37 millones de alumnos en México quienes estuvieron 528 días de confinamiento, los niños y niñas cuentan cuál es su nueva realidad y los desafíos que enfrentan pospandemia.

Latinoamérica vivió la crisis educativa más grave de los últimos 100 años y el aprendizaje de toda una generación está en riesgo”, según la advertencia de Daniela Trucco de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la  Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

América Latina fue la región que más días de clases presenciales perdió a raíz de la pandemia. En promedio los centros educativos estuvieron 56 semanas cerrados desde el inicio de la pandemia hasta septiembre de 2021.

Son infancias que les costó trabajo presentarse ante sus pares sin cubrebocas; que les preocupa la merma económica de sus familiares desde la pandemia; se sienten incomprendidos por sus compañeros de clase y por los adultos; sufren por el bullying que les hacen a ellos mismos o sus hermanitos; que les angustia la pérdida de conocimientos durante el encierro y que están aún en terapias psicológicas, debido a las afectaciones del extenso confinamiento.

Sin embargo, también son niños y niñas quienes sueñan con que se comience a escucharlos, a tomarlos en cuenta y a comprenderlos; que se erradique el bullying de las escuelas; que están dispuestos a hablar sin tabúes sobre sus emociones y que apuestan por un mundo mucho más sensible que proteja a la naturaleza.

Nuestro trabajo como adultos es dejar de ver a los niños como si fuesen objetos de pertenencia ya sea de las escuelas o de las familias, para verlos como lo que son: sujetos plenos de derechos. Este libro nos invita a mirar las historias de las infancias, durante la pandemia, desde sus propios ojos. Nos enseñan su resiliencia y su esperanza, a pesar de que ellos enfrentaron lo que no hemos vivido diversas generaciones anteriores, calificada por la ONU, como una crisis similar a una guerra mundial y nos compromete a que les demostremos que sus narrativas sean transformadoras de su realidad ”, concluyó la autora de Érase una vez una pandemia.

VOCES DE LA INFANCIA

MIMÍ, 9 AÑOS

Había antes un tianguis que por la pandemia lo quitaron, entonces mi abuelito se va a otro, al centro de Tultepec, pero ya no vende tanto como antes. Eso me preocupa.

Fue muy difícil tomar clases en línea, porque al llegar a la escuela no conocía a nadie, no sabía cómo se llamaba, o sea, estaba muy sorprendida de no recordar nada.

Durante un tiempo la maestra cerró las clases en línea, así que dejé de recordar materias y sacaba bajas calificaciones.

Para mí, sigue siendo muy difícil, porque antes tenía muchos amigos, pero ahora ya no tantos. No me comprenden. Hasta ni me quieren hablar y ni siquiera me conocen, son muy groseros conmigo. Somos 35 y sólo unos diez me comprenden.

Lo más difícil para mí eran las tablas de multiplicar; las operaciones: restas y todo eso, para mí, las matemáticas son la materia más difícil y, aparte, la maestra dictaba muy rápido.

Yo tengo un hermano con autismo y yo les cuento, que cuando iba a la primaria a él le hacían bullying; yo lo defendía y aun así les valía. Mi mamá y yo le decíamos: “No Emma, tú tranquilo, no les hagas caso”. Le decían ‘fenómeno’ sólo por su autismo y sí fue muy fuerte para él, porque cada vez que llegaba a la casa se la pasaba llorando.

Quiero que se acabe el bullying ya, porque no quiero seguir batallando con esto, por usar lentes, a mí me dicen ‘cuatro ojos’.

Ya no quiero sufrir más de bullying, que se acabe, quiero que cada quien comprenda a cada uno, tanto a los que tienen autismo, como a los que no lo tienen.

DANA, 12 AÑOS

Sí me daba como cierta vergüenza quitarme el cubrebocas, al pensar qué van a decir de mí o si creían que yo no me parecía a la persona que imaginaron.

Siento que el nivel académico bajó un poco, así que comencé a sobreexigirme a mí misma.

Me estresa y me da ansiedad cuando tenga que aplicar lo que no me enseñaron o no entendí, ahora al pasar a la secundaria, los maestros no se vayan detener a explicarme o a retrasar al grupo, sólo porque no entendí y eso es lo que me da pánico.

Sí, me ha generado problemas eso, la ansiedad no me permite dormir por las noches.

He trabajado en terapia mi insomnio y ya puedo dormir un poco mejor, pero no llevo mucho con la psicología. El arte de cualquier tipo me ha funcionado, para saber qué siento: pintar, escribir o tocar.

A los adultos les hace falta escuchar y entender que somos personas distintas, con sentimientos y emociones distintas y que nos duelen cosas diferentes y cada quien responde de una manera diferente.

Ahora a nuestra generación nos importa y nos informamos sobre nuestras emociones, lo hacemos a través de ir a terapia, en internet, en TikTok.

Los adultos minimizan nuestros sentimientos y no nos escuchan y sólo responden por responder, y justifican cuando le pegan a su hijo, por ejemplo, diciendo que a ellos les iba peor de niños, porque a ellos les jalaban el pelo.

Yo les recomendaría a los adultos ir a terapia para sanar sus traumas para que no los vuelva a repetir con sus hijos y justifiquen que pegarles está bien, porque a ellos también les pegaban y les iba mucho peor.

JUANPI, 12 AÑOS

Para empezar, me sentí más o menos nervioso cuando regresé al salón, porque ya me había acostumbrado a las clases en línea, pero al ver a mis amigos y convivir con ellos me pareció muy bien, porque ya hacía dos años que no los veía.

Yo siempre he querido ser doctor o estudiar medicina, porque se me hace muy interesante.

No soy tan así, una lumbrera en las calificaciones, pero, pues me mantengo, gracias a Dios, nunca he reprobado nada.

Nunca he sufrido de bullying, pero mi hermanito de tercero de primaria sí.

Yo lo defiendo o hablo con el que le hizo algo a mi hermano, porque eso sí, yo no acepto que le hagan algo a mi hermanito.

Yo les decía que si seguían molestando a mi hermano iba a acusarlos con la directora.

Hay gente que sí se ha llegado a sobrepasar con él.

Este trimestre, había uno de cuarto que lo había estado molestando, hasta que le puse un alto.

Lo molestan porque está chiquito y aparte está gordito, y pues hay alguna gente que no perdona ni respeta eso, no les importa nada si eres buena gente y ni siquiera te conocen y se burlan y ya.

Eso de lastimar los sentimientos es muy malo.

KAREN, 17 AÑOS

Voy a entrar a la universidad, me siento esperanzada, me siento con ganas, quiero ser artista.

El arte que quisiera hacer sería dedicado a la naturaleza, porque me gusta apreciarla. Mis obras serían de abejas, de flores. Tal vez si la gente las ve, puede sentir ese amor, que yo siento cuando veo a todas esas criaturas.

Sólo dibujo lo que pienso que es hermoso. También me gustaría transmitir a los espectadores, que no se sintieran solos, que no sientan que son los únicos que atraviesan una situación complicada. Siento que es triste pensar que nadie más te entiende. Es como si todo lo malo fuera sobre ti, pero no es así. Hay personas que nos ha pasado lo mismo.

Creo que mi generación ya está más consciente de nuestras emociones, porque en la escuela y en los medios de comunicación nos enseñan y se habla más de eso.

Creo que sí, obviamente, los papás van a tratar de apoyar a sus hijos, pero no siempre saben cómo hacerlo y creo que una parte importante para empezar a ayudarlos es primero validar sus emociones y no tratar de negarlas o de cortarlas, como lo han hecho.

Al pensar en la pandemia, siento que es muy cierta esa frase de “después de la tormenta, viene la calma”. También me gusta otra frase que dice “si no para de llover, entonces aprende a bailar bajo la lluvia”, pues trata de decirte, que siempre veas lo bueno cuando estés en una situación difícil, porque no todo va a ser malo, hay algo bueno, siempre.

VALENTINA, 15 AÑOS

Yo hasta ahorita sigo tomando terapia, porque a mí me afectó mucho emocionalmente la pandemia. Soy siempre alguien muy alegre, estoy sonriendo y moviéndome de aquí para allá y de repente, me quitaron eso y me encerraron en mi casa. Todo me cansaba y todo me daba flojera, ya no quería hacer nada en la escuela.

No me gustaban las clases en línea y entregaba todo por entregar. Obviamente, ahí estaba mi mamá detrás de mí diciéndome “te tienes que conectar”, pero no me gustaba.

No sé cómo explicar ese sentimiento, pero era como si tuvieras que hablar con una máquina. La verdad, a veces, sí me quedaba dormida en la clase en línea.

Para empezar, yo estuve en la misma escuela desde maternal hasta primero secundaria y luego, por la pandemia, nos mudamos, yo les pedía que no me cambiaran de escuela.

Al mudarnos de ciudad, pues ya no hubo alternativa y también me cambiaron de secundaria y fue todavía peor, porque no conocía a nadie.

Yo me acuerdo que mi mamá me pedía que fuera más amable con mis compañeros de segundo de secu, porque cuando me presentaron en la pantalla en el nuevo ciclo escolar, el primer día en la clase de matemáticas,  al decir mi nombre, respondí: “Yo no vengo a hacer amigos”.

Yo le decía a mi mamá “es que yo no quiero hacer amigos nuevos, yo quiero tener a mis amigos anteriores. Yo quiero regresar a mi vida de antes. Yo no quiero vivir aquí. Yo quiero mi escuela”.

Para tercer año de secundaria, nos volvimos a mudar, ahora de país y me fui a Estados Unidos. Fue un cambio tras otro cambio. Allá entré a presencial y obviamente también estaba enojadísima, porque yo decía: “Aparte de que me cambian de escuela, también me cambio de país”. Me costaba mucho trabajo hacer amigos, influía el idioma, o sea, yo me acuerdo que ellos ya tenían sus relaciones y muchas veces me saltaba el lunch o me iba a comer sola a la biblioteca.

Yo le lloraba a mi mamá y le decía que me quería regresar a México y lo hicimos, al año siguiente.

Hasta ahora en la preparatoria, ya que volvimos a México y con este nuevo grupo, sí me estoy desenvolviendo mejor que en los años pasados y me ha ayudado mucho la psicóloga.

Pero creo que a mi generación la pandemia y la inteligencia artificial (IA) sí nos volvieron más flojos. Ahora no necesitas ir a la biblioteca y con sólo hablarle a una computadora puedes hacer la tarea.

Tú le preguntas lo que sea y te lo responde. Yo le digo a mis amigos que no quiero usar la IA,  porque me voy a volver muy floja.

Mi generación ya no hace el esfuerzo ni de usar los buscadores de internet, te lo prometo, si tú le dices a la IA hazme un ensayo de 10 páginas sobre las distintas variedades de café en pasado perfecto, así te lo escribe.

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