PISA sí, PISA no

PISA tiende a estandarizar lo que todos los alumnos de educación básica deben saber: matemáticas, lenguaje y ciencias.

Gracias a PISA y otras publicaciones como sus Policy Outlooks y sus informes anuales, Panorama Educativo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos se transformó en un actor político a escala global y en arenas nacionales. Ya no es un organismo intergubernamental encargado de colectar información de los países miembros. Es un actor político cuyas indicaciones se convierten en mandato. La OCDE no dicta, pero insinúa; ejerce un poder tenue (soft power) que permea en las sociedades.

La influencia de PISA es ambivalente. Por una parte, tiende a estandarizar lo que todos los alumnos de educación básica deben saber: matemáticas, lenguaje y ciencias. Por otra, jerarquiza a los sistemas escolares del mundo. Sus rankings proveen los instrumentos necesarios para gobernar con números, dicen críticos, para impulsar a los gobiernos a que sus escuelas enseñen a sus estudiantes habilidades para la vida, afirman sus voceros.

Las primeras evaluaciones de ese tipo, en 2000 y 2003, provocaron el llamado PISA schock, en Alemania y en Japón. En México no tuvo mayores efectos. El gobierno de Vicente Fox les dio la bienvenida (incluso divulgó los resultados cuando las publicaciones electrónicas eran incipientes), todas las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y su vocero las repudiaron, la prensa les prestó atención por unos días. Para la mayoría de la población pasaron desapercibidas.

Pero no para ciertos sectores. Para algunos medios y organizaciones, los maestros eran culpables, no los líderes del SNTE ni las políticas erráticas de la burocracia del sector educativo. Maestros reprobados rezó el encabezado de algún periódico.

Hoy, pienso, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, acierta en su diagnóstico: “el estancamiento en los resultados de la prueba PISA 2018 se puede atribuir a factores como la corrupción en temas magisteriales y el permanente conflicto con el sindicato”. Pero me pregunto si dando concesiones a sus líderes y “regularizando” a más de 100 mil docentes que entraron al servicio de forma irregular (y tal vez corrupta), va a solucionar el asunto. Lo dudo.

En fin, PISA nos dice que los niños mexicanos que terminaron la secundaria en 2015 saben lo mismo que quienes la terminaron en 2000. Una historia de estancamiento, sí. Sin embargo, más allá de ciertas declaraciones, no forjará políticas educativas, mas proporciona información para hacer investigación educativa. No hay que asustarse, en México no hubo ni habrá PISA shock, somos inmunes.

CARLOS ORNELAS

EXCELSIOR

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