Por cuarentena, desarrollan aversión al mundo exterior

Si fuera por Paulina Sánchez, la cuarentena podría extenderse hasta el infinito. Y aunque extraña algunas cosas y lugares de la vida “normal” que tenía hace más de tres meses, estar en su casa le produce una sensación de seguridad que ya no quiere dejar, menos aun cuando afuera hay un mundo que ella percibe cada vez más incierto y peligroso.

“Es complicado cada vez que tengo que salir a la calle. Me genera molestia, enojo y frustración, y me pasa que ya quiero volver a mi casa, porque no me siento segura afuera. Empiezas a ver cómo es casi una lucha por tu seguridad, porque en la mayoría de la gente notas una actitud de inconsciencia y tú tienes que cuidarte de ellos, porque no guardan distancia o no traen tapabocas”, cuenta la profesora universitaria.

Por esa y otras razones, el día en que las autoridades digan que ya es seguro salir, ella de todas formas no planea hacerlo.

“Extraño mucho ir a la Cineteca, pero honestamente no voy a ir aunque nos digan que ya se puede, porque todavía no sabes qué tan contenida está la situación. A mí me generaría estrés y miedo, porque después de todo este tiempo de cuidarse, no quiero irme a meter a un cine donde probablemente te contagies”.

En una situación similar está Mauricio Amado, sicólogo de profesión, quien desde el inicio de la cuarentena comenzó a verle el lado positivo al encierro, “le tomé el gusto y ahora busco a propósito estar en mi casa. No he sentido desesperación de salir y no extraño la calle. Sólo me pegó que mis hijos no pudieran empezar las actividades de natación y de ballet” que estaban a punto de iniciar.

Al pasar más tiempo confinado, dice, hizo un descubrimiento inesperado: “desde que no salimos, no nos hemos enfermado de nada, cuando antes nos solía dar gripa, tos o temperatura. Me va a costar trabajo regresar a la normalidad porque te das cuenta de que el aislamiento te cuida de muchas cosas y que ‘el exterior’, como dice mi hija Freya, sí es algo amenazante”.

A la posibilidad de un contagio, cuenta Mauricio, se le suma la falta de civilidad de muchas personas, la necesidad de hacer filas larguísimas para todo y la amenaza de que el aumento de la pobreza y el desempleo haga aumentar la delincuencia en los meses por venir. “Salir sí está siendo aversivo y preferiría estar en una posición donde no tuviera que salir”.

De la misma forma que Paulina y Mauricio, algunas personas han comenzado a desarrollar angustia, desagrado o aversión ante todo lo que significa salir de casa, en un fenómeno que se basa en el temor real y fundado de contagiarse, pero que en algunos casos podría devenir en una sensación de paranoia que dificultaría más de la cuenta el regreso a la normalidad, de acuerdo con especialistas.

Conocer al otro, no verlo como una amenaza

Jorge Álvarez Martínez, jefe del Programa de Prevención de Crisis de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que para describir este escenario, ha comenzado a utilizarse recientemente el término de “síndrome de la cabaña”, pero sin que se hayan verificado los elementos necesarios para ver si tiene una base científica real.

“Se acuñó ahora este ‘apodo siquiátrico’, cuando todavía no está bien estudiado. Los españoles le dieron mucha difusión a un síndrome que no es tal, porque aún no se ha visto si tiene sustento metodológico”, explica.

Maricarmen Montengero, también académica de la Facultad de Sicología de la UNAM, coincide en que el mencionado “síndrome” es una “ocurrencia” que se ha empezado a mencionar sin que tenga ningún tipo de validación científica, lo cual “manda un mensaje equivocado, porque el propio miedo legítimo de salir se confunde con un problema personal de confusión mental, y eso es muy grave”.

No obstante, al margen de la utilización correcta o incorrecta de ese concepto, Álvarez advirtió que en algunos casos sí “hay gente que ha tomado medidas extremas y empieza a tener un delirio de persecución funcional, no disfuncional”, generado no sólo por el peligro realmente existente del coronavirus, sino también por la enorme cantidad de información verdadera y falsa que hay sobre el tema y la propensión personal de ciertos individuos a no tener contacto con los demás.

“Habrá mucha gente que de por sí ya tenía problemas de relación interpersonal. Son las personas que ya eran muy hoscas, hurañas y agresivas porque así es su carácter, pero si a eso le agregamos todo lo que estamos viviendo, se vuelve más patente esta hosquedad, pero son sólo una franja de la población”, dijo.

Montenegro, especialista en sicología clínica, estimó que quienes más resienten emocionalmente la cuarentena son quienes ya presentaban síntomas de trastorno obsesivo-compulsivo o hipocondriasis, porque sus síntomas se pueden magnificar.

En una etapa como la actual, en donde el miedo debe ser tomado como un elemento adaptativo frente a una nueva realidad, es importante no caer en sentimientos de desconfianza hacia todas las demás personas, “pensando que me van a perjudicar, sin pensar en cuánto puedo perjudicarlos yo”.

Por todo ello, estima la especialista, es necesario reflexionar que las medidas de distanciamiento físico con los demás no deben implicar un alejamiento con sus necesidades y condiciones. “Este es un problema de todos y muchos vamos a aprender del otro. Hoy más que nunca se requiere del trabajo colaborativo. Debemos conocer y proteger al otro, más que verlo como un extraño”.

En los casos donde algunas personas comiencen a desarrollar una aversión excesiva al mundo exterior, afirma Jorge Álvarez, lo ideal es comenzar a romper esa dinámica “de a poquito, por aproximaciones sucesivas. La gente tendrá que aprender nuevas formas de comunicación, socialización, erotismo y manifestaciones de afecto. Todo esto se va a transformar y todavía no se ha dicho la última palabra”.

Fernando Camacho Servín

Foto: Marco Peláez

LA JORNADA

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