Un Estado de no Bienestar

Gustavo de Hoyos Walther.

El gobierno actual utiliza la expresión «bienestar» en mucha de su propaganda oficial. El resultado ha sido una captura demagógica de ese concepto. Más allá de significar una situación en la que un ser humano se encuentra satisfecho en todas las esferas de la vida, «bienestar» tiene una connotación socioeconómica muy clara.

Para entenderla mejor hay que pensarla a la luz de la idea de «Estado de Bienestar». Esta idea ha sido exitosa sólo en ciertas partes del mundo como los países escandinavos, algunas naciones europeas y Japón. Su activación requiere de una serie de atributos como la democracia liberal, una economía social de mercado, tasas altas de crecimiento económico, la aplicación irrestricta del Estado de derecho y, en general, la institucionalización de la solidaridad humana.

En América Latina, sólo Chile parece estar cerca de tener un Estado de bienestar, pero aún así ese país tiene todavía mucho terreno que recorrer.

En México estamos aún más lejos de lograr siquiera acercarnos a ese ideal. Las explicaciones son muchas y los enfoques diversos del porqué este es el caso. Quizás no sería mala idea comenzar a discutir seriamente qué camino debemos comenzar a recorrer para llegar ahí. Lo que es cierto es que se necesita una estrategia de largo, mediano y corto plazo que debe incluir reformas importantes en materia de educación, salud e infraestructura.

Pero, por el momento, algunas cosas pueden ser dichas. Lo primero es que hay que reconocer la enorme pobreza que existe en nuestro país. De acuerdo con la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, hoy 47 millones de personas en México están afectadas por la pobreza y sólo el 12 por ciento se puede decir que vive en condiciones de bienestar. Cómo se ve, el desafío es colosal.

Una de las razones de esto es la actual situación de los salarios. 6 de cada 10 personas no reciben ingresos por su trabajo que les permita salir de la pobreza, desde hace 10 años. En 2023, 35.6 millones de mexicanos se encuentran en esta condición, lo que coloca a México en el último lugar en bienestar de los países que conforman la OCDE.

Ahora bien, todo Estado de bienestar que se precie de serlo tiene un sistema de salud y seguridad social muy robusto. En México estamos hoy más lejos que nunca de instituir tal sistema. Al contrario: el gobierno desmanteló instituciones y sistemas que, aunque no con la calidad esperada, dotaban a la sociedad con servicios. La eliminación de estancias infantiles y del programa Prospera, así como la dislocación del sistema de suministro de medicinas son algunos de los desatinos de este gobierno que han impactado negativamente en el bienestar de las familias.

Hay también rezagos importantes en lo que respecta a la situación de las mujeres en todas las áreas de la vida humana, incluyendo la laboral. En este sentido, es necesario, de manera inmediata, disminuir la brecha de género referente a los salarios.

Cuando se le inquiere sobre sus logros en materia social, el presente Gobierno cita los traspasos de dinero en efectivo a ciertos sectores de la población y el aumento del salario mínimo.

Más allá de las críticas que se le puedan hacer a ambas medidas, ninguna de las dos son remotamente suficientes ante el enorme desafío que tiene el país para sacar de la pobreza a millones de personas e instalarlas en el camino hacia el bienestar.

En realidad, estamos ante una situación que requiere que se abra un gran debate sobre cuál debe ser el camino mexicano hacia el bienestar. Es urgente y necesario.

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